CON LETRA
DE
MUJER
FELICIANA ENRÍQUEZ DE GUZMÁN
Poco se conoce sobre esta autora. Las cláusulas de su testamento dejan adivinar una personalidad fuerte, piadosa y atenta a los más necesitados. Quizá sea falsa la historia, que recogió Lope de Vega en la silva 3.ª de su Laurel de Apolo, en que se hace alusión a las aventuras de una tal doña Feliciana que estudió en la Universidad de Salamanca disfrazada de hombre y en su tercer año se enamoró de un estudiante (quizá su segundo marido), logró graduarse en teología y astrología y, descubierta, tuvo que declarar su sexo y volver a Sevilla, lo que parece casi uno de los argumentos con mujer travestida del propio Lope, quien no simpatizaba con las ideas dramáticas de la autora, pero sí con la dama en persona, como solía.
Imprimió su Tragicomedia de los jardines y campos sabeos, primera y segunda parte, con diez coros y cuatro entreactos, dedicada a sus dos hermanas monjas en el convento de Santa Inés de Sevilla. Su prólogo, en verso suelto, teoriza sobre el teatro y es importante porque se opone radicalmente al Arte nuevo de hacer comedias (1609) de Lope de Vega y, según observa don Marcelino Menéndez y Pelayo en su Historia de las ideas estéticas en España, capítulo X, al contrario que los otros neoclásicos españoles del siglo XVI "dio tanta importancia a la unidad de lugar como a la de tiempo"; también critica las comedias de su época en una Carta ejecutoria con que concluye la tragicomedia, cuyo argumento es el propio de un libro de caballerías. Lo más original son los entreactos en prosa, titulados Las gracias mohosas, en que prefigura el feísmo expresionista de Valle-Inclán haciendo desfilar ridículos pretendientes a unas damas no menos ridículas.
Otras comedias suyas no se han hallado, aunque se sabe que escribió además una pieza titulada ''Las doncellas de Símancas''. Como poetisa es muy diestra y bien inspirada, de suerte que mereció por ello los elogios del propio Lope de Vega. Por cierto que en su comedia incluye un complejísimo Laberinto que contiene un homenaje cifrado a su segundo marido. Se han recogido, entre otros poemas, unas décimas que incluyó en una obra de su segundo marido, Información en Derecho por la purísima y limpísima Concepción de la Virgen María (1625), el soneto Las Bodas de Maya y Clarisel, la ya mencionada Censura de las antiguas comedias españolas en verso suelto y el precioso madrigal El sueño de Gelita.
Ella prefería la literatura fantástica, y se inspiraba en los deslumbrantes libros de caballería, en personajes maravillosos e historias complicadas, posiblemente no menos verosímiles que las comedias rústicas de sus contemporáneos. Desafíos, amores idealizados y llenos de delicadeza, ambientes cortesanos e ideales caballerescos hacían las delicias de los espectadores. Sus obras, que fueron muy conocidas, disfrutaron de una gran aceptación entre las mujeres. ¡Mujeres escuchando la obra escrita por otra mujer! Algunas se escandalizarían, las más. Otras disfrutarían, un bofetón en la cara a las discusiones sobre su alma y su inteligencia.
Feliciana conocía y alababa a los poetas clásicos, pero le parecía que no debían ser imitados, y que cada época poseía su manera de versificar. Era tarea del poeta hallarla, perfeccionarla y reflejar en sus versos el alma del momento. En un momento en el que regía de manera tan profunda la imitatio, en que la originalidad no se valoraba, sino que se consideraba una extravagancia, esa idea resultaba revolucionaria. Tampoco le atraían los temas realistas salvo para burlarse de ellos: el conflicto del honor, ese gran tema español, o los logros patrios apenas fueron tocados en sus obras, cuando los teatros se llenaban de duelos a espada, de damas violentadas y de padres iracundos y vengadores. Mala elección en un país en el que aún ahora se venera el realismo, y que alumbró la novela que terminó, definitivamente, con el género de la caballería. Feliciana decidió defender la contracorriente cultural dominante, y pagó por ello.
Lope la adoraba: en la silva tercera del Laurel de Apolo reproduce algunos de sus versos, con lo que se puede deducir que era apreciada y admirada. Pero no es el único caso: en una de las obras de Lope, El Peregrino en su patria, la coloca entre las mujeres más dignas de admiración, entre las doncellas más sabias, como Oliva de Nantes, o Isabella Sforza.
Así, Feliciana se convierte en la décima musa; además, le atribuye una atractiva leyenda.
Tragicomedia Los Jardines y Campos Sabeos
desde el primero instante en que se vieron
y en el mismo en sus almas dulcemente
con recíproco amor se transformaron,
aunque ella se mudó y a él, que fue firme
, remuneró el muy Alto con ventajas,
la historia en nuestros tiempos sucedida
que vio el famoso Betis y otro río
y hoy leen escrita por sus verdes álamos,
cifra nuestra poeta sevillana
en su Tragicomedia, que en Arabia
finge haber sucedido en los sabeos
campos y sus jardines, que gozaron
los amores de Venus y su Adonis.